07 diciembre 2007

Vivir con VIH, morir de cáncer

Un experto internacional alerta del incremento de malignidades

Como en el mito de Sísifo, el rey de la antigua Corinto (Grecia) condenado -según la leyenda- a empujar una piedra cuesta arriba por la ladera de una montaña para verla caer justo antes de llegar a la cima y tener que volver a empezar el esfuerzo indefinidamente, el abordaje terapéutico de las personas con VIH parece encontrar un problema al mismo tiempo que resuelve otro.

Los ecos entorno al Día Mundial del SIDA se han llenado de voces que hablan de la cronificación en Occidente de la infección por VIH. Gracias a las terapias, cada vez más potentes, cómodas y seguras, las enfermedades oportunistas y el riesgo de fallecer han ido disminuyendo de manera asombrosa en los últimos años, según hemos podido oír en diversos foros.

Pero si bien es cierto que la terapia antirretroviral, de gran eficacia, ha supuesto un antes y un después para la vida de millones de personas, no todo el panorama es optimista. En primer lugar, hay que recordar que sólo entre el 5 y el 10% (depende del método de cálculo) de las personas con VIH de todo el mundo tiene acceso a los medicamentos que les pueden salvar la vida. En segundo lugar, cabe recordar que incluso en Occidente sigue existiendo una cantidad apreciable de personas que enferma y fallece de SIDA, en ciertos casos por falta de cobertura asistencial (como en EE UU) y en otros, por retraso en el diagnóstico y exclusión social (como en Europa). Sólo en España se cree que en torno a 1.600 personas siguen muriendo cada año por complicaciones asociadas al SIDA, una cifra que podría tildarse de conservadora, y que hace tiempo que dejó de reducirse (y eso que dejamos fuera el fracaso hepático derivado de la alta proporción de personas coinfectadas por hepatitis C y VIH en nuestro país).

Y en tercer lugar, hay que recordar que aparecen nuevos fenómenos que, por un lado, complican la comprensión del impacto inmunológico real del VIH y, por otro, vuelven a crear situaciones de incertidumbre sobre la salud e incluso la vida de las personas afectadas. Uno de los más significativos entre estos nuevos fenómenos es el aumento de la incidencia de varios tipos de cáncer en quienes viven con VIH, incluso con un recuento de CD4 por encima de la zona de seguridad inmunitaria (200 células/mm3).

En un artículo publicado el pasado 4 de diciembre en el periódico estadounidense The Washington Post, el investigador y activista canadiense Mark Wainberg resume las principales características del incremento de las malignidades entre personas que viven con VIH. Wainberg, que dirige el Centro de VIH/SIDA de la Universidad McGill en Montreal (Canadá) y ha sido presidente la Sociedad Internacional del SIDA, llama la atención sobre el hecho de que “las personas que han estado viviendo con VIH durante periodos prolongados de tiempo están padeciendo un elevado número de diversos tipos de cánceres, que suponen un grave riesgo para su salud y que, además, desafían la eficacia de las terapias que tradicionalmente se han empleado en personas que no tienen VIH”. Entre los diversos tipos hay linfomas, carcinomas y cánceres pulmonares (tanto en fumadores como en no fumadores). El experto canadiense reconoce que las cifras siguen siendo relativamente bajas, pero que en comparación con la prevalencia en la población general, la frecuencia es mucho más alta en personas con VIH.

Una de las razones por las que esto parece estar ocurriendo, recuerda el doctor Wainberg, puede deberse a que la infección por VIH causa una pérdida de la función inmunológica que no queda completamente restaurada con el uso de la terapia antirretroviral. La terapia sí que mejoraría la respuesta inmunitaria frente a infecciones oportunistas como la neumonía gracias a la inhibición de la replicación viral pero, por algún motivo que no ha podido ser esclarecido, “el sistema inmunitario del paciente sigue comprometido en su capacidad para hacer frente al cáncer”, afirma el experto.

Los interrogantes que se abren en este escenario son diversos. Uno es si los índices de cáncer en personas con VIH seguirán creciendo y si la variedad de los tipos de malignidades quedará limitada o bien se ampliará. Otro es la incompatibilidad parcial o total de la quimioterapia para el cáncer con el tratamiento del VIH debido a interacciones adversas o bien a un exceso de toxicidad acumulada. La interrupción de los antirretrovirales durante el tratamiento del cáncer conlleva el peligro de una replicación renovada del virus y el riesgo de agravar la infección y deteriorar de nuevo el sistema inmunológico: un pez que se muerde la cola.

Por otra parte, hay que tener en cuenta también el progresivo aumento de la mediana de edad de la población con VIH (algunas teorías recientes hablan de un envejecimiento prematuro o acelerado de algunas funciones fisiológicas) y, como indica Wainberg, el hecho de que los nuevos cánceres se estén observando en quienes llevan muchos años de terapia. Pero no queda claro si el factor de riesgo para padecer un cáncer en el contexto del VIH es precisamente el haber estado tomando tratamiento subóptimo (cuando sólo se disponía de uno o dos fármacos, o bien de tres pero menos eficaces o tolerables que los actuales) y con un sistema inmunológico deteriorado durante periodos prolongados, o bien, sencillamente, si incluso el seguimiento del tratamiento con los antirretrovirales más potentes no es suficiente a largo plazo para evitar estas nuevas dolencias.

El doctor Wainberg menciona el sarcoma de Kaposi, un tipo de cáncer poco frecuente y agresivo hasta la generalización de la pandemia por VIH, cuya espectacular incidencia en los años 80 del siglo pasado quedó superada conforme se empezaron a utilizar más antirretrovirales y más eficaces. Sin embargo, el sarcoma de Kaposi es un tipo de cáncer considerado de origen viral (su patógeno sería el virus del herpes humano tipo 8 [VHH-8]), cuya expansión podría haber sido limitada por la acción antiviral de los inhibidores de la proteasa (IP), por lo que es posible que el ejemplo del experto canadiense no pueda aplicarse a otros tipos de cáncer.

No obstante, podemos compartir con el doctor Mark Wainberg la necesidad de desarrollar “mejores fármacos que no sólo deben detener la replicación del VIH, sino que tienen que dirigirse o ayudar a una más eficaz restauración del sistema inmunitario”. Se trata, pues, de que los medicamentos actualmente disponibles ofrezcan una restauración más eficaz del sistema inmunitario.

Sirvan estas reflexiones para insistir en la prudencia y pensárselo dos veces antes de hablar de la “cronificación” de la infección por VIH.

Fuente: Elaboración propia / NATAP.

Referencia: Wainberg M. Living With HIV, Dying Of Cancer. Washington Post, Tuesday, December 4, 2007.

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